El cambio de estación es inconcreto e incoherente.
El sol quema y nos encerramos seducidos, persianas a medio bajar, amantes fugaces, gafas oscuras en el desayuno.
Sigo apostando por bailar toda la noche, con matices y colores.
Lo disfrutamos todo, los libros se mojan, los coches se llenan de arena, el ventilador susurra. Apuramos la intensidad, la vida, los ritmos…
Todavía mi piel dorada, todavía su olor cautivo, todavía sal en mis piernas, todavía el pálpito tranquilo.
Y de repente todo parece un espejismo cuando asoma cobarde el otoño.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.